En la segunda década del Siglo XXI ya estamos muy entrados en un desarrollo exponencial, cuyos límites son los que nosotros les ponemos.
En este siglo ha habido cambios de muchos tipos. En este caso hablaré del cambio producido en las nuevas generaciones.
A lo largo de los siglos ha ido habiendo siempre pequeñas diferencias entre los hijos y los padres cuando pasaron la edad de sus hijos. No obstante, actualmente estos cambios son muy acrecentados.
Si miramos atrás, al pasado, consultamos la historia, veremos que hubo hijos muy diferentes a sus padres. Pero esa forma distinta de ser, actuar... se podía contemplar en los senos de otras familias. Pero lo que acaece actualmente ha sido un cambio brutal. Hay una gran innovación en cuanto una gran cantidad de tendencias, lo que hace que esa diferencia entre padres y hijos no sea diferente solo en una familia, sino que esta siendo diferente en el mundo entero.
Víctor Hugo, en su magnífica obra Los miserables hablaba de mujeres que desgraciadamente no habían pasado ni infancia ni adolescencia. El contexto en el cual afirma esto es al conocer a la hija de Jondrette, la cual es, según el protagonista de la obra:
Era de una especie enfermiza que está atrofiada largo tiempo, y luego crece pronto, casi de repente. La indigencia es la que forma estas tristes plantas humanas. Éstas criaturas no tienen ni infancia, ni adolescencia. A los quince años aparentan doce; a los dieciséis, veinte. Hoy niña, mañana mujer. Diríase que saltan la vida para concluir más pronto.
Esto ocurría en personas, en familias, que eran miserables, cuyo único anhelo en múltiples ocasiones era encontrar por fin la muerte, que esta concluyera cuanto antes.
Actualmente, este faceta se ve en algunos jóvenes. Otros no, no quieren que su vida acabe ya, pero sin duda no tienen ni infancia, ni adolescencia; se creen mayores, quieren ser ya adultos, y con ello consiguen perder dos etapas irrecuperables de su vida
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