La historia muchas veces es subjetiva. Así lo han definido múltiples historiadores. Para argumentarlo suelen decir que la historia suelen escribirla los vencedores para justificar sus acciones, para alentar el fervor patriótico y para suprimir las reclamaciones legitimas de los vencidos.
También ocurre que cuando no hay una victoria abrumadora, cada lado escribe el relato que le favorece sobre lo que realmente ocurrió.
Durante muchos años las historias de los ingleses han castigado a los franceses, y viceversa.
A partir de estos lamentables hechos, hay quien ha llegado a concluir que no existe realmente lo que se llama historia. Con ello:
- Afirman no poder reconstruir lo que verdaderamente ocurrió
- Lo que poseemos son autojustificaciones tendenciosas
- Esto ocurre igual para todos los conocimientos.
Pero no hay que ser negativos. Se poseen historias que sabemos que son reales. Puede ser que de algunos cosas no sepamos la verdad absoluta, pero nos acercamos a ella.
Aunque nuestra capacidad de reconstruir hechos históricos sea limitada, aunque pensemos que las señales están perdidas en los abismos; siempre encontraremos el camino
El peligro de la subjetividad y el prejuicio ha estado claro. ¿Cómo escribir entonces la historia?
Cicerón escribió:
La primera ley es que el historiador no debe osar jamás escribir lo que es falso; la segunda, que no osará jamás ocultar la verdad; la tercera, que no debe haber sospecha en su obra de favoritismo o prejuicio
Luciano de Samosata, en su libro Cómo debería escribirse la historia (título usado para la entrada), publicado en el año 170, decía lo siguiente:
El historiador debe ser intrépido e incorruptible; un hombre de independencia, que ame la franqueza y la verdad.
Como diría mi amigo Zazú la historia es una ciencia, y como ciencia no puede dejar de ser subjetiva. No obstante, se demuestra que hay hechos reales.
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