El científico no estudia la naturaleza porque ello sea útil; la estudia porque le gusta hacerlo, y le gusta hacerlo porque es algo hermoso. Si la naturaleza no fuera hermosa, no valdría la pena conocerla, y si no valiera la pena conocer a la naturaleza, no valdría le pena vivir. Naturalmente, no estoy hablando aquí de esa belleza que conmueve a los sentidos, la belleza de las cualidades y de las apariencias; y no es que esté infravalorando a esta belleza, nada más lejos de mi intención, pero eso no tiene nada que ver con la ciencia; me refiero a esta belleza más profunda que procede de orden armonioso de las partes y que una inteligencia pura puede captar.
Henri Poincaré
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