El sexo es necesario para muchas cosas, entre ellas, generar variabilidad genética. La selección natural actúa sobre las variaciones del genoma y de esta manera se forman nuevas especies. “Lo más intuitivo sería pensar que, por tanto, el sexo acelera la evolución y que los ecosistemas resultantes tendrán una mayor biodiversidad”, explica Carlos J. Melián, investigador del Instituto Federal de Ciencia y Tecnología Acuática de Suiza. Sin embargo, de acuerdo con un estudio del que se hace eco la agencia SINC, las especies que surgen por este mecanismo dan lugar a poblaciones de menos individuos que las que se reproducen de manera asexual, y por ello se extinguen más rápidamente.
El resultado de la investigación añade más leña al fuego en un debate que está vigente desde hace más de un siglo: cuál es el papel del sexo en la evolución. Según explica Melián, el sexo crea nuevas combinaciones de genes, elimina mutaciones deletéreas y permite adaptarse a cambios en el ambiente. Razones suficientes por las que debería acelerar la aparición de nuevas especies.
Sin embargo, la paradoja es que la reproducción sexual incrementa la variación genética pero reduce la diversidad de las especies. “A mayor variabilidad genética, más rápidamente se generan nuevas especies, pero cada una de ellas tiene un bajo número de individuos, lo que implica que tengan una probabilidad mayor de extinguirse debido a las fluctuaciones ambientales u otro tipo de cambios que continuamente alteran la dinámica de los ecosistemas” aclara Melián en la revista PLoS Computational Biology. Además, el hecho de encontrar pareja y la exposición a enfermedades de transmisión sexual son también mecanismos por los que la reproducción sexual puede ralentizar la evolución de las especies.
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